Comentaba hace unos días en otro post con ledle, que las “hermosas” y justas declaraciones de intenciones, de la Declaración de Derechos Humanos y otras similares, al igual que las Constituciones de mucha naciones, no están amparadas ni garantizadas por las normas jurídicas de las leyes específicas de los respectivos países, que son las que particularizan e instrumentan los medios, procedimientos y ámbito de aplicación de las leyes dictadas por el legislador, conforme a las normas, costumbres y omisiones socio culturales de cada localización. Por esta y otras causas, iniciado el siglo XXI, seguimos con miserias, muertes por hambrunas, desempleo creciente, concentración y acumulación de riqueza en pocas manos, y multitud de otras carencias esenciales y comunes de los Seres Humanos.
Sucede que nuestro tiempo presente es demasiado breve para asimilar y adaptarnos a los cambios, aprendiendo, investigando e integrando lo esencial de las diferentes opciones, subsanando las flagrantes omisiones. Resulta, que al final del recorrido, cuando creemos haber descubierto lo que no sabíamos que queríamos, quienes pueden tomar la iniciativa, evitar los errores y subsanar las omisiones, se empeñan en mantener los privilegios de las minorías en perjuicio del supremo interés general. Si añadimos que la experiencia de los acontecimientos en el tiempo, solo son una referencia de la concurrencia de una serie de factores y circunstancias, que nunca se vuelven a repetir, nos lleva a que nuestro conocimiento prejuzga en base a normas y creencias caducadas sobre diferentes situaciones.
Pero hay más, la paulatina incorporación en el mundo laboral de la mujer y su creciente independencia económica y social, a diferente ritmo y según qué localización, supone la emancipación de la cultura y educación matriarcal recibida por los hombres en el mundo, especialmente en el occidental de consecuencias imprevisibles de establecer, pareciendo que vamos corriendo alocadamente como gallina sin cabeza. Aun así, seguimos con el estigma condicional desde la tierna infancia, de las diferentes religiones que siguen condicionando a los seres humanos en cualquier localización, con una peculiaridad que queda gravada durante casi toda nuestra existencia y es, la discriminación y rol de la mujer en todas las religiones, que queda relegada en el mejor de los casos a meras sirvientes, cuando no relegada sin apenas derechos y reconocimiento social en multitud de países y culturas. ¿Qué podemos esperar entonces? Aparentemente, la conquista de la libertad de expresión parece lleva camino de consolidarse, a pesar de la persecución que se sigue haciendo sobre los medios y los profesionales de los medios de comunicación en multitud de países.
Sin duda, la próxima conquista social debería ser la separación efectiva y real de poderes, en especial del judicial y de quienes legislan e imparten la justicia, al igual que la actualización del ordenamiento jurídico de modo que nadie obtenga ventaja sobre nadie. Mientras, debemos participar por libre elección y preferencia, con las mejores normas y reglas que tengamos y sepamos incorporar en beneficio del mayor interés general, evitando discriminación alguna en las cuestiones esenciales y comunes a todos los seres humanos, respetando la idiosincrasia y dispersión cultural geográfica.