Casi siempre, en algún momento o lugar, se tiene ocasión de topar con una o varias de estas trabas, en manos de una sola persona, grupos privilegiados afines y de amigos, lobbies, organizaciones y demás, que conservan y establecen leyes y privilegios que han ido heredando en el tiempo.
Sin duda, la resistencia es tan fuerte como su debilidad, pues, solo un elemento es necesario para sostenerlo o derribarlo.
Las élites privilegiadas, se benefician en exclusiva del mayor conocimiento, medios y el mejor punto de observación, encima, adquieren conocimiento informal enriqueciéndose intelectualmente, cobrando cuando no apropiándose de riquezas astronómicas, a cargo detrimento y dispersión de las demás personas, ya sea ejerciendo de votantes, simpatizantes, seguidores, accionistas, consumidores o ciudadanos.
No parece razonable, que personas que eligen libremente y por iniciativa propia la ocupación que les gusta, encima, cobren semejantes fortunas en exclusivo beneficio y como justificación argumenten, que sus ingresos son una insignificancia a repartir entre muchas personas y que presuntamente generan beneficios a los ciudadanos generando riqueza y empleo.
Resulta una inmoralidad e injusticia este modo de actuar ante los ciudadanos y, más inmoral e injusto es, que las leyes, normas y demás permitan estas actuaciones ilegítimas que cuanto menos, desmoralizan al conjunto de la sociedad atentando la esencia de la democracia y la dignidad humana.
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