Lo que no me mata, me fortalece. (1844 -1900 Friedrich W. Nietzsche). Si esto es así, las opciones están claras.
Perdido lo superfluo, a lo que nunca deberíamos haber aspirado, queda más de lo necesario, al que también habría de quitarle el más, justo hasta llegar a lo imprescindible. Ya puestos, mejor sería rebajarlo a lo esencial.
Una vez asumido conscientemente, que todos venimos del mismo lugar y en algún momento en el tiempo, llegaremos al mismo destino, solo quedaría que bien aprendiéramos a valorar y diferenciar, cuanto es esencial de cuanto es importante y este de cuanto es irrelevante o prescindible.
Sin duda, mal está que nos engañen, aunque igual de mal es que nos dejemos engañar por la causa que fuere. Pero hay un tercero y cuarto presentes, que se escabullen del sacrificio, que son tan culpables sino más. Los incitadores e instigadores de unos y otros y, quienes tienen capacidad de decidir y hacer actuar, que hacen y deshacen las reglas y normas, además repartir los instrumentos y medios.
El gobierno Griego ha establecido un año, para que en principio 30.000 funcionarios se recoloquen y/o encuentre un nuevo empleo privado, además de un repertorio de medidas de toda índole. En un año se elegirá a un presidente en EEUU y, en menos tiempo la FED, canjeará los vencimientos de deuda pública al plazo de entre 6 y 30 años, amén de otras nuevas reasignaciones y medidas de similar transcendencia o mayor que los anteriores. Alemania ídem de lo mismo, y, los demás países similar en diferentes plazos y ritmos.
Llegados a este punto, una vez asumida la situación: ¿Qué sucedería si por libre elección, organizadamente y en orden, una parte suficiente de la población decidiéramos quedarnos con lo esencial y prescindiéramos de todo lo demás, durante un año o hasta que pasado mañana provea?
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